lunes, 1 de junio de 2015

Los esclavos, negros y mulatos en Aguascalientes

Para algunos resultará novedoso saber que en Aguascalientes hubo esclavos negros. Efectivamente, poco se habla de su presencia en nuestra tierra. Este olvido se debe en gran medida a que el mestizaje tan fuerte de la región diluyó los rasgos de esta raza, volviéndose apenas perceptible en la actualidad en unos cuantos.
Sabemos que los esclavos negros llegaron a la Nueva España casi al mismo tiempo que los españoles. Durante mucho tiempo se creyó que este tipo de mano de obra tan sólo se había utilizado en las plantaciones costeras. Poco a poco, con los avances en el conocimiento de la historia colonial, los investigadores se fueron dando cuenta de cuán extendido fue el uso de trabajo esclavo en el interior del virreinato. También se pudo aclarar que los esclavos se emplearon para todo tipo de trabajo, no forzosamente se les tenía que mantener encerrados en plantaciones de caña de azúcar o en obrajes; también se les ocupó como arrieros, vaqueros, cocheros, en el servicio de las casas y en muchas otras ocupaciones, según las necesidades de su dueño. Su alto precio durante el siglo XVI y aún durante el XVII, por su escasez, limitó su uso a las tareas donde más se les necesitaba. En Aguascalientes primero se emplearon en las estancias de ganado como capataces y vaqueros, en los trabajos de los molinos de trigo. Cuando don Pedro Rincón de Ortega dotó a los padres franciscanos con una hacienda de ovejas y un molino, les cedió seis esclavos para que se ocuparan de sus trabajos, y una esclava para que preparara los alimentos de los esclavos. En los obrajes también se ocuparon esclavos: en 1643 don Juan de Colunga, dueño de un obraje en nuestra villa, al pasar un contrato con Roque Díaz Colleros, comerciante de Guadalajara, acordó que como paga de las telas que le entregaría se le adelantaría dinero para comprar esclavos. En las familias acomodadas nunca faltó el servicio de dos o tres, y fue común dar en las dotes de las hijas de familia una o dos esclavas para su servicio personal. Doña Leonor Lozano, en su carta de dote, en 1651, recibió dos esclavas: una de 40 años que se evaluó en 450 pesos y otra de 10 años en 250. Veinte años después, en 1670, en su testamento dijo tener cuatro esclavos, entre los cuales las dos mujeres que recibió en su dote. Don Alonso Peguero al morir dejó tres esclavas y un esclavito; a la negra Josefa le prometió su libertad pasados seis años de su muerte y de servir en el rancho de Ojocaliente.




Ser dueño de esclavos podía sacar de apuros financieros. Por lo general los dueños de esclavos no se tentaron el corazón para venderlos, aunque eso significara desintegrar familias. En 1664 don Juan de Araiza pidió que para pagar su funeral se vendiera el hijo de su esclava Nicolasa que tenía tres años. Pero no faltó quien, encariñado con sus esclavos, decidiera darles su libertad o dejarlos en posibilidad de comprada. En 1670 doña Ana de Orozco decidió dar la libertad a su esclavo Juan, a quien crió desde pequeño, con la condición de que primero trabajara durante un año en el servicio de sus carretas. También se usaron los esclavos para agradecer servicios. En 1670 doña Beatriz de Medina viuda de don Alonso de Peguero, donó a su sobrina Beatriz "una esclava criolla nacida en su casa" y señaló que "desde luego se la endono por el cuidado que me ha asistido en mi larga enfermedad y por el mucho amor y voluntad que siempre me ha tenido".
A mediados del siglo XVII quedó prohibida la trata de esclavos africanos. Desde entonces se surtió el mercado novohispano con los hijos de las esclavas del país, puesto que tan sólo se transmitía la calidad de esclavo a través de la madre. No voy a entrar aquí en un sinnúmero de apreciaciones de la forma en que vivieron los esclavos en las colonias españolas, en donde recibieron un trato diferente al que tuvieron en las colonias inglesas. Quiero sin embargo señalar la estrecha convivencia que establecieron con sus dueños, de la cual no pocas veces hubo descendencia. Personajes de la talla de don Matías López de Carrasquilla reconoció en 1707, en su testamento, haber tenido una hija con una china esclava llamada María de la Torre, a quien no le dejaba nada por haberle metido pleito por casamiento. Todavía en 1750 una esclava de don Juan Manuel Gracia de Rojas sostuvo un juicio contra él en la Audiencia para que reconociera por hija legítima el resultado de sus amores.
Lo más común fue que los esclavos, hombres y mujeres, cuando llegaron a casarse (lo más corriente era que tuvieran sus hijos libremente), lo hicieran entre ellos mismos o con indios y mestizos. En los archivos parroquiales guardados en la iglesia del Sagrario queda constancia de estas uniones y de los nacimientos y bautizos de sus hijos. Allí podemos advertir cómo se fueron mezclando con otras razas, diluyéndose paulatinamente en la población. En las descripción: de los esclavos podemos seguir esos cambios. Hacia 1630 encontramos todavía esclavos nacidos en África, pero poco a poco todos serán "criollos nacidos en estas tierras". En 1680 don Juan Bravo de Medrano compró una esclava blanca de 20 años a don Matías López de Carrasquilla por 1 000 pesos. A principios del siglo XVIII se dijo de uno que era "algo blanco, pasudo, alto de cuerpo y delgado, con una señal en la frente de una descalabradura".
Cuando la escasez de mano de obra bajó, también bajó el precio de los esclavos, y su uso como sirvientes en las casas se extendió. En 1670 por un joven esclavo se pagaban hasta 400 pesos; en 1715 tan sólo se obtenían 150 o 200 pesos. Para el siglo XVIII los esclavos se ocuparon casi exclusivamente como sirvientes.
Don Juan Altamirano de Castilla en su testamento declaró tener 19 esclavos de diferentes edades y sexos, entre los cuales un chaparro y un desdentado. 

Fuente:
http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/estados/libros/aguas/html/sec_14.html